En las zonas caracterizadas por la desigualdad de género, las mujeres y las niñas, en especial, tienen un mayor riesgo de sufrir los efectos combinados de los conflictos armados y el cambio climático. Los militares deben hacer un seguimiento de estos riesgos para asegurarse de conocer el panorama general de la situación de seguridad humana en sus zonas de operaciones. Para hacerlo de manera efectiva, necesitan contar con un conjunto de herramientas distinto del que se usa actualmente, las metodologías ordinarias de análisis operacional.

En este artículo, que forma parte de nuestra serie sobre Género y conflictos, coorganizada por el CICR y Just Security (equipo integrado por graduados recientes de la Escuela Rubenstein de Medio Ambiente y Recursos Naturales de la Universidad de Vermont, junto con profesores colaboradores), se propone un modelo de mapeo de GIS con capas superpuestas en el que se muestra la intensidad acumulada de la desigualdad de género, los conflictos armados y el cambio climático en la zona de misión: los datos confiables que se presentan en color hablan por sí mismos.

La comunidad internacional, así como la bibliografía, reconocen con cada vez más vehemencia que la combinación de conflictos armados y cambio climático en situaciones de desigualdad de género subyacente provocan mayores riesgos para las mujeres y las niñas. Varios estudios recientes publicados por ONU Mujeres y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y otros realizados por UICN y USAID, entre otros organismos, documentan estos riesgos.

Las iniciativas de investigación también generan pruebas anecdóticas relevantes acerca de las mujeres que residen en zonas afectadas por la ocurrencia simultánea de estas fuerzas. En las investigaciones, se relata la manera en que las consecuencias que sufren son diferentes y, con frecuencia, más intensas que las que viven los hombres y los niños en sus familias y comunidades. Los militares deben poder evaluar los efectos diferenciados por género a fin de formarse un panorama más amplio de la situación de seguridad humana en sus zonas de misión.  Esta es una condición para que puedan reaccionar de manera intencional y sistemática a fin de promover la seguridad de todas las personas que residen en estas zonas.

El problema

Sin embargo, hay otros investigadores, como Fröhlich y Gioli, que han identificado la dificultad de combinar estas relaciones complejas en una teoría factible que pueda servir para analizar las situaciones que se den en el terreno. Hay un rango amplio de factores sociales, políticos y económicos que participan en los diferentes efectos que provocan los conflictos armados y el cambio climático en las mujeres y las niñas. Por ejemplo, en algunas regiones, durante las épocas de escasez de alimentos, las familias dan prioridad a alimentar a los niños por sobre a las niñas. Sin embargo, en estas comunidades, las niñas de familias más pudientes podrían no ser víctimas de estas prácticas discriminatorias, pero las de familias más pobres podrían sufrirlas gravemente.  En las zonas afectadas tanto por conflictos armados como por el cambio climático, puede llegar a ser difícil definir de manera precisa los impactos de cada uno, o incluso si estas dos problemáticas pueden influirse mutuamente.

La traducción de esta complejidad en metodologías e inteligencia útil para respaldar las líneas de esfuerzo en las misiones militares plantea, quizás, aún más desafíos. Dicho de manera simple, esta confluencia no se presta a un análisis sencillo y que se pueda llevar a cabo con procesos ordinarios de planificación militar o análisis de género adaptados a los contextos militares. Por ejemplo, tal como se establece en la doctrina de planificación conjunta de los Estados Unidos, el estilo de análisis operacional PMESII (político, militar, económico, social, de información e infraestructura) es de amplio uso en los entornos militares en la actualidad. Aunque tiene una apariencia integral, este estilo de análisis tiende a ser lineal: se desglosa la información sobre las relaciones en diferentes silos en lugar de explorar las nuevas interacciones entre los factores transversales y no tradicionales de las operaciones, como el género y el cambio climático.

En cuanto a los productos operacionales de análisis con perspectiva de género, suelen presentarse en texto o en matrices. Estos formatos no son adecuados para asignar recursos escasos en forma fundamentada y deliberada para hacer frente a factores como la desigualdad de género y el cambio climático, que no son temas con los cuales los militares se sientan familiarizados de la misma forma que podrían estarlo con la logística o la protección de las fuerzas. Para dar sentido a estas confluencias, es necesario contar con una herramienta que pueda atravesar la complejidad analítica y que, asimismo, presente al personal del cuartel general un panorama útil de los puntos en los que las confluencias resulten más problemáticas para cumplir con la misión.

El modelo GIAC3 (desigualdad de género/conflictos armados/cambio climático)

Para crear un producto mediante el cual se pueda evitar estos vacíos metodológicos y atravesar las complejidades analíticas al evaluar los impactos combinados de los conflictos armados y el cambio climático en las zonas donde predomina la desigualdad de género, proponemos emplear el modelo de GIS de estos factores, que se basa en simplificar las hipótesis sobre las potenciales relaciones. Lo denominamos GIAC3 (desigualdad de género/conflictos armados/cambio climático). Cada uno de estos tres elementos se representa en su propia capa que se mostraría impuesta en un mapa base de una zona operacional.

Cada capa se completaría con datos recopilados según las métricas más importantes y prácticas de una zona operacional determinada con el propósito de evaluar el impacto de dicho elemento. Las métricas deberían ser integrales: representaciones de los distintos aspectos del bienestar político, económico, social y físico de una persona. En la medida de lo posible, los datos deberían ser granulares y confiables, tal como lo sería la información presentada en estudios revisados por pares. A cada uno de los niveles de impacto se  asignaría una gradación de color. Por ejemplo, cuando un dato muestre una menor ocurrencia de un determinado impacto en una zona operacional, más claro será el color que se le asigne. Las tres capas se colocarían una sobre la otra en el mapa base, de manera que los colores de las distintas zonas del mapa base ilustrarían la posibilidad relativa de que se produzcan efectos combinados de los conflictos armados y el cambio climático en las mujeres y las niñas en riesgo.

Hipótesis simplificadas

Al elaborar este modelo, observamos tres hipótesis cruciales que definen la utilidad y practicidad del modelo para el personal militar encargado de la  planificación. En primer lugar, en las comunidades donde la desigualdad de género subyacente es una problemática marcada, partimos del supuesto de que el conflicto armado y el cambio climático tienen efectos negativos combinados que impactan en mayor o menor grado en los grupos de mujeres y niñas en riesgo. Esta hipótesis descarta la posibilidad de que exista una relación causal directa entre el cambio climático y el conflicto armado; esto se fundamenta, en parte, en la evaluación más reciente llevada a cabo por Ide et al. sobre la naturaleza de esta relación y el cuestionamiento del que actualmente es objeto en la bibliografía científica.

Aunque, en lo referente a políticas, algunos sostienen que los efectos del cambio climático son la principal amenaza a la seguridad internacional, la comunidad científica no ha llegado a ningún consenso sobre este tema. Mach et al. sugieren que, si bien el clima tiene un efecto en los conflictos armados en la actualidad, la opinión científica ha alcanzado un consenso sobre lo siguiente: existe una mayor probabilidad de que los factores sociales sean más directamente relevantes para el estallido de conflictos armados que el cambio climático. De la misma manera, aunque no catalogamos como irrelevante la relación entre los conflictos armados y el cambio climático, la incluimos en el diseño general del modelo en lugar de definirla como pilar fundamental de su construcción.

En segundo lugar, para los efectos del análisis operacional, damos por sentado que no es factible —ni necesario— definir las relaciones precisas y los ciclos de retroalimentación que puedan existir entre la desigualdad de género, los conflictos armados y el cambio climático. Sería ideal tener una certeza científica sobre esto, pero nunca ha constituido una precondición para las autoridades y los encargados de la planificación y su capacidad de evaluar los riesgos relativos y dedicar recursos a cursos de acción específicos. De cierta manera, es una suerte, porque la probabilidad de poder llegar a recopilar suficientes datos de manera oportuna para analizar estas relaciones en profundidad, en una zona de misión, es casi nula. Por lo tanto, al enfocarse en emplear una cantidad limitada de las métricas más destacadas de una zona para ilustrar las superposiciones de la desigualdad de género, los conflictos armados y el cambio climático, el objetivo del modelo GIAC3 no es mostrar una imagen de alta resolución de una zona operacional, sino más bien, un producto que se asemeja a un mosaico.

Nuestra tercera hipótesis es que, al utilizar datos confiables y granulares para construir las capas, un mosaico es lo suficientemente práctico para que el personal militar pueda realizar recomendaciones y evaluaciones útiles sobre las operaciones a sus comandantes en lo referente a los potenciales efectos combinados de los conflictos armados y el cambio climático para las mujeres y las niñas en riesgo. Como se mencionó más arriba, los análisis de las operaciones con perspectiva de género suelen presentarse en formato de texto o matriz, lo que los vuelve abstractos y estáticos. En contraste, los mapas, ya sea dibujados en una hoja de papel, líneas trazadas en la tierra o mediante imágenes generadas con software GIS, constituyen un cuadro con el que los distintos líderes y el personal de todos los niveles de operaciones pueden identificarse. Lo más importante es que estos cuadros pueden modificarse al instante a medida que una situación cambia, y estos cambios pueden comprenderse inmediatamente.

Modelo GIAC3: cómo se construye

Al trabajar en este modelo, esbozamos conjuntos de criterios para cada capa y asignamos gradaciones de color tentativas a los datos utilizados en cada uno de los criterios, y valores de color a dichas gradaciones. Comenzando con la población de cada una de las capas con los datos codificados con colores y los hexágonos de color naranja oscuro que representan las zonas de mayor ocurrencia de los respectivos factores, la siguiente ilustración constituye un ejemplo nocional de cómo funcionaría este modelo:

Apilar cada capa una sobre otra daría como resultado un mapa que mostraría las zonas de mayor riesgo para las mujeres y las niñas que sufren los efectos combinados de los conflictos armados y el cambio climático en su bienestar físico, social, económico y político, tal como se muestra en las regiones de color naranja oscuro:

Los criterios

Con el enfoque puesto en la simplicidad y precisión analítica, el modelo GIAC3 solamente emplea cuatro o cinco criterios por capa de factor. El conjunto de criterios utilizados para cada una de las capas debe ser flexible, de manera que se puedan adaptar a las características de seguridad humana más destacadas en una zona operacional. Los criterios también deben ser integrales, y se debe tener cuidado de evitar usar criterios muy similares para distintas capas; de esta manera, el modelo no duplica el peso de determinados impactos y no sesga los resultados en el mapa final.

Por ejemplo, proponemos una capa de cambio climático nocional que se compone de cuatro criterios. El primero es el porcentaje de tierras cultivables en una región, el segundo son los gastos regionales para reparar los daños que provocan las tormentas en la infraestructura, el tercero es la exposición prolongada a las altas temperaturas y la humedad, y el cuarto es la incidencia de enfermedades relacionadas con el clima medida a través de la cantidad de muertes de niños/as de cinco años o menos a causa de la diarrea. En sus informes, el IPCC ha incluido la disminución de la capacidad de cultivo, los daños a la infraestructura provocados por eventos climáticos extremos, la exposición al calor y la mortalidad infantil a causa de la diarrea como riesgos del cambio climático, lo que es un indicio de consenso sobre la utilidad de estos factores para evaluar los impactos del cambio climático.

No hemos tenido la oportunidad de probar el modelo y damos por descontado que deberíamos trabajar con expertos en modelos de GIS, género y cambio climático para elaborar un prototipo en el que se incluyan las métricas más importantes que servirían para realizar pruebas en el terreno en una zona operativa específica. Nos gustaría tener la oportunidad de colaborar con organizaciones militares que estén interesadas en evaluar esta factibilidad. Sin embargo, a partir del trabajo sobre el mapeo de la vulnerabilidad del cambio climático en Etiopía, creemos que nuestro enfoque y las métricas nocionales seleccionadas de forma tentativa son plausibles.

En primera instancia, los autores del proyecto cuantificaron la vulnerabilidad como un factor equivalente a la capacidad de adaptación (sensibilidad + exposición). Desde la perspectiva de la seguridad humana, las métricas de cada uno de estos términos de la ecuación fueron integrales. El componente de capacidad de adaptación tuvo tres métricas: índice de pobreza, índice de alfabetización y el porcentaje del área total que constituía tierra agrícola cultivada. El componente de sensibilidad tuvo cuatro métricas, incluidos los porcentajes de la población que eran mujeres que residen en zonas rurales. El componente de exposición tuvo tres métricas: el cambio en la temperatura máxima, el cambio en la temperatura mínima y el cambio en el nivel de precipitación. Luego, los grados de vulnerabilidad resultantes se mapearon con una codificación de colores según el sistema GIS.

El modelo de vulnerabilidad del cambio climático en Etiopía es análogo a nuestro modelo GIAC3 en aspectos importantes. Primero, aunque el grado de vulnerabilidad haya sido cuantificado y mapeado, y que, en nuestro modelo, el grado de riesgo deriva de apilar valores de colores en el mapeo, ambos modelos proporcionan un valor de evaluación de riesgos único. Segundo, los componentes de capacidad de adaptación, sensibilidad y exposición funcionan, en efecto, de manera muy similar a nuestras capas de desigualdad de género, conflicto armado y cambio climático. Tercero, cada uno de los componentes se forma a partir de un conjunto integral de métricas que el autor del proyecto juzgó más útiles para representar lo que estaba ocurriendo en el contexto específico de Etiopía, algo muy parecido a lo que se propone en nuestro modelo.

No obstante, los modelos difieren en aspectos fundamentales. En el modelo etíope, se utiliza metodología estadística aceptada que le brinda el rigor matemático que nuestro modelo, de manera intencionada, evita emplear. Por el contrario, aunque el modelo etíope utiliza criterios integrales (incluido el género) que abarcan todo el rango de aspectos de la seguridad humana del área de estudio a fin de evaluar la vulnerabilidad al cambio climático, no analiza los potenciales efectos combinados de un factor adicional, el conflicto armado, como componente de dicho riesgo en lo referente al género. En general, concluimos que el modelo etíope brinda una base conceptual a nuestro enfoque. De todos modos, persiste el siguiente interrogante: ¿tiene probabilidades nuestro modelo de ser aplicable en un entorno operacional?

La necesidad de contar con un modelo

Reconocemos que la evaluación de los vínculos existentes entre la desigualdad de género, los conflictos armados y el cambio climático enfrenta desafíos muy grandes a causa de la falta de datos en el momento de documentar y analizar estos factores a nivel mundial, como lo ejemplifica la relativa escasez de datos sobre la desigualdad de género en los contextos de crisis Sin embargo, en este punto de nuestra investigación, no hemos podido encontrar ejemplos de unidades militares en las que se hayan elaborado productos similares a los que se podrían crear con el modelo GIAC3 para hacer un seguimiento de los potenciales efectos compuestos de los conflictos armados y el cambio climático en las mujeres y las niñas en riesgo. Sin una herramienta que sea práctica y fácilmente entendible y que tenga el propósito de medir esta amenaza a la seguridad humana, existe el riesgo de que podría ser pasado por alto, aunque sea significativo para cumplir con los objetivos de la misión que, de forma explícita o implícita, se basen en promover la estabilidad en los países anfitriones.

Por eso, en este contexto, incluso un mapa que se asemeje más a un mosaico que a una instantánea podría tener un valor para las operaciones. Para empezar, es probable que los recursos de la misión que estarían disponibles para asignar a las líneas de esfuerzos que se encargaban de estos potenciales efectos combinados no sean abundantes. Estos recursos podrían incluir la verificación de que se cuenta con el tiempo requerido para formación y práctica en los cronogramas de capacitación durante la preimplementación y formar unidades como los equipos de Desarrollo Agrícola o las unidades de participación civil con perspectiva de género, tal como las que usan las fuerzas de los aliados de la OTAN en Afganistán. Para aprovechar al máximo todos los recursos operacionales posibles, las sedes militares deberían centralizar sus esfuerzos en los sectores en que más se necesiten. Aunque podría constituir un mosaico con teselas que no encajan bien y con algunos espacios vacíos, el panorama que presenta el modelo GIAC3 podría ser bueno para identificar, con un grado razonable de precisión, dónde se ubican esos espacios.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas está progresando considerablemente en lo referente a la integración de los riesgos climáticos en los debates e, incluso, en algunas de sus resoluciones. Desde la perspectiva de la seguridad humana, este trabajo complementa su reconocimiento de los impactos diferenciados por género que provocan los conflictos armados establecidos en la línea de las resoluciones que sucedieron a la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre las mujeres, la paz y la seguridad. En esta línea, la intersección de la desigualdad de género, los conflictos armados y el cambio climático se relaciona de manera directa con la instrucción de la resolución 1325 de incrementar la protección de las mujeres y las niñas en riesgo mediante la implementación plena del derecho internacional de los derechos humanos y el derecho internacional humanitario.

Para lograrlo, las misiones militares necesitan contar con medios más sencillos para evaluar de forma más precisa los lugares donde las mujeres y las niñas corren mayores riesgos de sufrir los efectos combinados de los conflictos armados y el cambio climático. En el ritmo acelerado del proceso de planificación operacional, los riesgos que estos factores representan para la seguridad humana podrían pasarse por alto si se consideran demasiado difíciles de analizar o demasiado imprecisos para reaccionar ante ellos, dados los recursos disponibles. Si se concluyera que es factible, el modelo que proponemos podría desarrollarse a partir de análisis de género más típicos para constituir una herramienta más accesible para que los cuarteles militares puedan tomar decisiones más fundadas en el momento de decidir cómo respaldar de la forma más efectiva a sus líneas de esfuerzo de seguridad humana.

Véase también