A raíz de conflictos armados recientes, se han puesto de relieve los alambicados dilemas personales que enfrenta el personal humanitario, y esto ha llevado al planteo de interrogantes válidos acerca de la utilidad de los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia como marco de referencia para su abordaje.
En esta publicación, Olivier Ray, director de Movilización, Movimiento y Asociaciones del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), reafirma la vigencia inquebrantable de los principios, justamente a la luz de las concesiones, por momentos extremas, que hacen los trabajadores humanitarios y los dilemas que los atraviesan.
“Experimentamos de primera mano los horrores de esta guerra”, expresa Sandy Inglis, oficial médico de alto rango, sobre su reciente experiencia en el hospital de campaña de la Cruz Roja en Gaza, con la voz temblorosa. Dichos horrores incluyen ver a niños pequeños retorciéndose de dolor en una camilla. Algunos se salvaron; otros sucumbieron ante sus heridas. Incluso lejos de la línea del frente, tales horrores que se muestran a través de nuestras pantallas de televisión alcanzan para provocar angustia e indignación en cualquiera.
Estas son respuestas emocionales normales de un ser humano que es testigo del sufrimiento de otro en la guerra. Son útiles porque nos dicen que algo no está bien. A menudo, se ven acompañadas de otros dos sentimientos profundos: la empatía y el deseo de hacer algo para ayudar.
Las respuestas ante el sufrimiento ajeno pueden ser muchas y variadas, y abarcar infinidad de actores diferentes, desde las negociaciones políticas con las partes en conflicto hasta la defensa pública y los actos de caridad individuales hacia el prójimo. La respuesta de Henri Dunant fue crear la Cruz Roja –hoy en día un movimiento internacional conformado por unas 16 millones de personas– para proporcionar alivio cuando la acción política para prevenir la guerra fracasa[1]. Su intención también fue movilizar a los Estados para que crearan un corpus jurídico –el derecho internacional humanitario (DIH)– diseñado a los fines de preservar un mínimo de humanidad en la guerra. Este enfoque dual compuesto por la acción por un lado, y la influencia, por otro, sigue siendo característico del trabajo del CICR y del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (Movimiento), más de 160 años más tarde.
Los principios de humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia surgieron del Movimiento en 1965, sobre la base de la propia experiencia, como vectores para orientar este enfoque dual, y fueron afirmados en innumerables resoluciones de la ONU y otros documentos a partir de entonces.
Sin embargo, desde Gaza hasta Goma, el espectro de los conflictos armados siempre ha dado lugar al planteo legítimo en el sector humanitario y demás sectores en torno a su importancia y utilidad sempiternas. ¿Acaso no alcanza con el principio de humanidad? ¿Acaso los otros principios obstaculizan más de lo que ayudan? Los principios humanitarios están sometidos a una gran presión desde hace tiempo –solo basta pensar en Biafra y en el período inmediatamente posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, por ejemplo–, sin embargo, resulta útil volver a pensar estas cuestiones periódicamente. Permítanme ofrecer una perspectiva sobre ellos.
Humanidad: de esto se trata
El principio de humanidad siempre ha sido la fuerza motriz de la acción humanitaria, que busca prevenir o aliviar el sufrimiento humano en todas las circunstancias. Es el grundnorm o lo que Jean-Pictet, autor del comentario sobre los principios, describió como “el principio esencial” subyacente a la tarea humanitaria y el único cuya naturaleza es “profundamente moral”. Desde este punto de vista, no sería necesario adherir a los demás principios humanitarios para llevar a cabo actos humanitarios.
Sin embargo, ante la pregunta de si el principio de humanidad por sí solo alcanza para sostener un esfuerzo humanitario del tipo que Dunant imaginó y que aún hoy se necesita más que nunca, la experiencia indicaría que no. De hecho, diez años después de que el Movimiento adoptara formalmente los principios, en el histórico Informe Tansley se llegó a la conclusión de que, si bien el principio de humanidad tiene “un atractivo amplio, cuando no universal, y puede constituir un medio útil de lograr apoyo para el Movimiento”, es “tan amplio que tiene escasa utilidad como guía para emprender o limitar la acción. Es tan vago como para dar cabida a una serie de actividades que conllevan el riesgo de dispersar la eficacia del Movimiento”[2].
Imparcialidad: reconocer la dignidad de cada persona
El objetivo de los demás principios es obrar en favor de la humanidad a pesar de los dilemas que pueda suponer una acción para los trabajadores humanitarios y las organizaciones para las que trabajan, a menudo en entornos complejos y caóticos con información imperfecta y recursos limitados. Zanjar tales dilemas puede reducirse a tener que elegir la opción “menos mala” entre dos soluciones moralmente objetables.
Deshacerse del principio de imparcialidad, por ejemplo, equivaldría básicamente a restringir la compasión por aquellos con quienes nos identificamos emocionalmente mientras despriorizamos y, en última instancia, deshumanizamos el “otro lado” de un conflicto. Es por eso que el Convenio de Ginebra de 1864 obliga a los beligerantes a brindar atención imparcial a todos los heridos y enfermos en el campo de batalla, a pesar de los dilemas morales que esto implica para el personal médico, que a veces puede tener que dar prioridad a las necesidades médicas de los combatientes enemigos sobre las de los soldados de su propio bando.
El principio de imparcialidad eleva la preocupación humanitaria por la propia comunidad a la preocupación humanitaria por todas las víctimas en todos los bandos de un conflicto, sobre la base de nuestras necesidades humanas en común, e independientemente de su condición, afiliación y demás factores. Esto puede, en ocasiones, desafiar las propias convicciones. De cualquier modo, la acción humanitaria nunca se ha tratado de evitar dilemas incómodos, sino más bien de encontrar formas de zanjarlos al servicio de la humanidad en su conjunto. Una víctima es una persona que necesita protección y asistencia humanitarias. Los principios humanitarios no permiten hacer distinciones entre las “víctimas culpables” que no merecen asistencia vital por pertenecer al bando equivocado, y aquellas que merecen apoyo.
Neutralidad e independencia: medios para alcanzar un fin
Los principios de humanidad e imparcialidad representan el fundamento ético de la acción humanitaria, mientras que los principios de neutralidad e independencia constituyen, ante todo, herramientas prácticas para hacer de los principios de humanidad e imparcialidad una realidad.
Por supuesto, la adhesión a los principios se refiere tanto a la percepción como a la práctica concreta, y en esta última, a menudo, intervienen cuestiones más del orden de lo relativo que de lo absoluto. Sin embargo, con el paso del tiempo, la adhesión sistemática del CICR a los principios en sus políticas, decisiones y acciones le ha permitido generar confianza con las partes capaces de influir en los resultados humanitarios.
En Afganistán, por ejemplo, el asesinato de un miembro del personal del CICR en 2003 y de otros siete en dos incidentes distintos en 2017 llevó a la organización a cuestionarse profundamente si su reputación de ser una organización neutral y eficaz podría proteger a su personal de ser objeto de ataques. En lugar de abandonar el principio de neutralidad, el CICR perseveró en su diálogo con todas las partes y logró, mediante sus acciones, demostrar los beneficios de contar con un intermediario neutral en los conflictos, y así continuar su presencia de 30 años para apoyar a miles de afganos y los servicios de los cuales dependen.
Por ejemplo, el CICR prestó servicios humanitarios a la población de las zonas controladas por el Gobierno de Afganistán de ese entonces, así como en las zonas controladas por el Emirato Islámico de Afganistán, lo cual contribuyó a moderar la percepción de que estaba demasiado cerca de una u otra parte. Tales servicios incluyeron la transferencia de miles de heridos de guerra y de restos humanos a través de las líneas del frente, y la disposición de espacios neutrales para planificar campañas de vacunación. Años más tarde, esa misma neutralidad –y la confianza que había generado– permitió al CICR entablar contacto con el Emirato Islámico de Afganistán cuando se convirtió efectivamente en la autoridad de gobierno en 2021, en un momento en que otros actores no neutrales no podían o no querían hacerlo debido a las sanciones y barreras políticas. El apoyo prestado a 33 grandes centros de salud, que alcanzó a más de 26 millones de personas, ayudó a mantener en funcionamiento el sistema de salud del país hasta que las autoridades pudieran asumir sus responsabilidades y pudieran intervenir otros actores.
Entretanto, el CICR continuó el diálogo con el Emirato Islámico de Afganistán, de manera confidencial, con el objetivo de abordar una serie de otras cuestiones humanitarias, y expresó públicamente su preocupación por la exclusión de mujeres y niñas del sistema educativo por parte del Emirato, a pesar de que –a los ojos de algunos de sus miembros– tal expresión significaba “ponerse del lado de Occidente”, una asociación que había llevado a la muerte a miembros de su personal hacía casi dos décadas. Sin embargo, el CICR consideró que la exclusión de las mujeres y las niñas de la educación y el mundo laboral era una cuestión humanitaria que podía tener repercusiones a largo plazo y que requería atención urgente.
El CICR aborda su compromiso con las partes de la misma manera en todo el mundo, incluidas las autoridades estatales de los más de 100 países en los que realiza actividades, y casi dos tercios de los 450 grupos armados que identificó como entidades que generan preocupación humanitaria en 2023. Esto contribuyó a posibilitar, por ejemplo, el intercambio de cientos de detenidos de ambos bandos del conflicto en Yemen en 2019 y 2023, escenario en el cual el CICR ofició de intermediario neutral no solo para llevar a cabo la logística de los intercambios, sino también para identificar familiares, realizar controles de salud y brindar apoyo para la subsistencia.
Estos ejemplos demuestran que la neutralidad no es una expresión de desapego o indiferencia moral, ni que implica que la organización guarde silencio. En el caso del personal del CICR, si bien los principios de neutralidad e independencia requieren que se guarde discreción profesional con las partes y en el ámbito público, dado que el principal medio de influencia del CICR es el diálogo bilateral confidencial, no se exige que entre colegas se repriman las emociones y preocupaciones propias de cualquier ser humano.
Los tipos de actividades que se describen anteriormente simplemente no serían posibles si el CICR no trabajara de manera consciente y tenaz para que el mundo lo perciba como un actor que obra de manera neutral e independiente de los intereses políticos y de otra índole. Incluso teniendo todo esto en cuenta, como lo demuestran las dificultades que entraña el acceso a todos los prisioneros de guerra en el conflicto armado internacional entre Rusia y Ucrania, llevar a cabo actividades humanitarias puede no resultar tarea sencilla.
Los principios y el Movimiento
La importancia de los principios en cuestión como guías prácticas para el desarrollo de actividades humanitarias va más allá de una organización internacional con un cometido específico como el CICR. Los actores humanitarios nacionales y locales, como las Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, deben poder actuar de conformidad con los principios humanitarios reconocidos en los Estatutos de Movimiento. El Marco para un acceso más seguro es una herramienta que los ayuda a hacer precisamente eso, a fin de mejorar la aceptación, la seguridad y el acceso del personal de las Sociedades Nacionales a las comunidades a las que prestan servicios.
La Cruz Roja Libanesa, por ejemplo, es el principal prestador de servicios médicos de emergencia en su país. Prestó, entre otros, servicios de ambulancia vitales para más de 3.000 heridos en la explosión del puerto de Beirut de 2020 y proporcionó refugio, ayuda alimentaria, artículos de aseo, servicios de atención primaria de la salud y apoyo psicosocial a más de 150.000 personas en una segunda fase de respuesta.
La eficacia de esta respuesta confirmó las conclusiones a las que había llegado un estudio de caso anterior acerca de la aplicación del Marco para un acceso más seguro en Líbano:
«Evidentemente, en el contexto de Líbano, los Principios Fundamentales son más que un código abstracto o un compromiso ideológico. Constituyen un marco de referencia para la acción y una herramienta operacional que orienta la toma de decisiones en circunstancias muy difíciles. Son particularmente importantes para las Sociedades Nacionales, que deben equilibrar su función de auxiliar de los poderes públicos con la capacidad de prestar asistencia humanitaria neutral e independiente a quienes más la necesitan, así como de generar confianza en su idoneidad para hacerlo. Una de los aprendizajes más importantes en Líbano es que todo eso no ocurre por casualidad ni sin esfuerzos considerables y sistemáticos”.
Conclusión: los principios son un bien público
Resulta tentador descartar los principios por considerarlos anticuados al momento de ponerlos a prueba en la práctica. Sin embargo, es precisamente en la práctica cuando devienen más necesarios.
A lo largo del tiempo y el espacio, los cuatro principios humanitarios han demostrado ser valiosos al funcionar como un prisma analítico, una brújula ética y una herramienta operacional para pensar de manera crítica y pragmática los diferentes modos de superar los obstáculos que las realidades políticas y de los conflictos armados crean para la acción humanitaria. Pueden y deben seguir haciéndolo frente a los nuevos desafíos, como los que plantean las tecnologías digitales y la información errónea y la desinformación. Es por eso que los Estados y todos los componentes del Movimiento se están preparando para reafirmar su compromiso con los principios en las próximas Reuniones Estatutarias del Movimiento, que se celebrarán en octubre. Y su relevancia continúa extendiéndose más allá del Movimiento a la acción humanitaria en general.
Que la guerra siga existiendo, creando sufrimientos indescriptibles y dejando una gran sensación de impotencia en muchos de nosotros no se debe a la falta de principios humanitarios, sino a la falta de voluntad y capacidad de los Estados y otros actores para resolver los problemas por otros medios. Crear condiciones propicias para la paz es una de las responsabilidades más importantes de los Estados y sus dirigentes políticos.
No se trata, ni por un momento, de restar importancia a los espinosos dilemas que enfrentan los trabajadores humanitarios, sobre todo quienes ven cómo sus propias comunidades quedan destrozadas. Los principios humanitarios no garantizan soluciones fáciles o perfectas. Pero, en el caos del conflicto, desde el punto de vista del Movimiento, no existe mejor alternativa. No existe alternativa superadora para recordarnos que tenemos las mismas necesidades humanas, y que nuestros enemigos aman a sus hijas e hijos, madres y padres tanto como nosotros. Reconocer que, incluso en situaciones de extrema hostilidad, es mejor estar unidos que divididos no significa negar ingenuamente la complejidad de una situación, sino mantener viva la esperanza de que los seres humanos no solo podemos evitar caer en el odio, la barbarie y la destrucción, sino que, de hecho, podemos unirnos para crear un mundo mejor, un mundo en el que no se pierda una vida en un hospital de campaña en Gaza. Los principios humanitarios constituyen un bien público que el mundo necesita hoy más que nunca.
[1] El Movimiento hoy también presta servicios humanitarios en otras situaciones, además de situaciones de conlicto armado. V. https://www.icrc.org/es/el-movimiento-internacional-de-la-cruz-roja-y-de-la-media-luna-roja; AnnualReport2022_Final-web NEW.pdf (ifrc.org) (solo disponible en inglés)
[2] El Informe Final: una Agenda para la Cruz Roja (julio de 1975), también llamado Informe Tansley, fue una reevaluación detallada del papel de todo el Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja.
Vea también:
- Marina Sharpe, It’s all relative: the humanitarian principles in historical and legal perspective, 16 de marzo, 2023
- Pierrick Devidal, ‘Back to basics’ with a digital twist: humanitarian principles and dilemmas in the digital age, 2 de febrero, 2023
- Fiona Terry, Taking action, not sides: the benefits of humanitarian neutrality in war, 21 de junio, 2022
- Robert Mardini, Back to basics: humanitarian principles in contemporary armed conflict, 16 de junio, 2022
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