Los conflictos armados siguen proliferando —hoy, el CICR contabiliza unos 130 en todo el mundo[1]— y, al mismo tiempo, rara vez terminan. El sufrimiento humano que provocan es devastador y difícil de asimilar. Por otra parte, las guerras no son inevitables, y la mejor manera de acabar con los padecimientos que causan es poner fin a los conflictos armados o evitar que se desaten. A falta de esfuerzos eficaces para encontrar soluciones políticas sostenibles, las organizaciones humanitarias como el CICR a menudo deben encargarse de gestionar las consecuencias de estos conflictos, que afectan más que nada a la población civil. Se necesita con urgencia la voluntad política de volver a invertir en cooperación internacional, prevención y resolución de conflictos. Si bien la acción humanitaria no puede reemplazar la acción política, los actores humanitarios pueden contribuir a las perspectivas de paz.
En esta publicación, las asesoras en materia de políticas del CICR Ariana Lopes Morey y Avigail Shai exponen algunas reflexiones centrales sobre los aportes directos e indirectos de la organización a un entorno propicio para la paz. Sobre la base de estudios de caso y otras investigaciones, las autoras identifican tres áreas principales de la acción humanitaria del CICR —su trabajo con comunidades, el diálogo con partes en conflictos y otros actores de influencia, y la construcción del respecto por la dignidad humana a través de leyes, normas e instituciones— que pueden mejorar las perspectivas para la paz. Si bien estas reflexiones se centran en la labor del CICR, muchas de ellas pueden extenderse a otras organizaciones que trabajan por atender las consecuencias humanitarias de los conflictos armados.
Mientras llevábamos adelante esta investigación, algunos colegas con los que conversamos se sorprendían de que estuviéramos investigando las conexiones entre la acción del CICR y la paz. Les resultaba un tema insólito para una organización conocida por haber “nacido en el campo de batalla” y cuyo cometido es responder a las necesidades humanitarias que causa la guerra. Sin embargo, se trata de una cuestión central para nosotros, por un motivo muy simple: el CICR, como parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (el “Movimiento”) lleva adelante toda su labor con el fin último de proteger y promover el respeto por la dignidad humana, y este objetivo esencial de la acción humanitaria constituye también los cimientos de la paz sostenible.
Por lo tanto, no nos extrañó descubrir que los mecanismos de gobierno del Movimiento han aprobado unas 95 resoluciones relacionadas con la paz desde 1921, la más reciente de las cuales se adoptó en 2024. También encontramos menciones al CICR en alrededor de 150 acuerdos de paz y documentos relacionados redactados entre 1934 y 2023.
En tiempos en que crecen sin cesar, con efectos devastadores, el número de conflictos armados y la gravedad y la envergadura de sus efectos en las personas, el CICR no puede seguir respondiendo a las necesidades en aumento solo por medio de programas humanitarios en perpetua expansión; no solo el sector humanitario en su totalidad atraviesa una crisis presupuestaria sin precedentes a raíz de la reducción del financiamiento humanitario por parte de los Estados, sino que, además, no hay programación de respuesta ante emergencias que baste para hacer frente a un sufrimiento humano de la magnitud que están causando las guerras. Como organización que presencia a diario ese sufrimiento en todas partes del mundo, el CICR tiene el imperativo humanitario de usar su voz para hacer un llamado a la paz
La adhesión a los principios humanitarios, y en especial a la neutralidad, necesariamente impone límites al grado en el que el CICR puede participar en los aspectos políticos del trabajo en pro de la paz. La organización nunca opinará sobre las condiciones para la paz en ningún conflicto puntual. Sin embargo, el CICR suele estar presente durante décadas en lugares afectados por conflictos armados, al igual que otros actores humanitarios internacionales[2]. Eso significa que las organizaciones como la nuestra inevitablemente repercuten en el entorno sociopolítico en el que se desempeñan, lo que incluye las iniciativas de establecimiento y consolidación de la paz. Tenemos un deber de no causar daño que conlleva no exacerbar ni prolongar inadevertidamente los conflictos y, en la medida de lo posible, contribuir a la probabilidad de la pacificación. En el CICR, la paz se entiende no solo como la ausencia de conflictos armados, sino como un estado dinámico de cooperación y de respeto por los derechos y la dignidad de todos los pueblos[3].
Sobre la base de estudios de caso y otras investigaciones, hemos identificado tres vías principales por las que la labor del CICR puede contribuir a las perspectivas de paz, y esperamos que el análisis dé lugar a una conciencia e intencionalidad que permitan fortalecer esas conexiones. Creemos que, aunque estas reflexiones se apoyan en la práctica del CICR, pueden ser de valor también a otros actores humanitarios cuyo trabajo tenga puntos de contacto con el de los actores para la paz, así como a los actores para la paz interesados en alimentar las iniciativas de establecimiento y consolidación de la paz atendiendo las cuestiones humanitarias que se desprenden del conflicto armado.
Trabajar codo a codo con las comunidades
Forjar y consolidar la paz va más allá de que las partes en el conflicto lleguen a un acuerdo. Para ser sostenible, la paz se debe sentir en las comunidades, cuyas necesidades y realidades hay que atender. Los actores humanitarios con presencia de larga data en las comunidades ven con sus propios ojos las repercusiones del conflicto armado en las personas, y pueden constatar cómo se replica —o en qué se diferencia— en el ámbito de la comunidad la dinámica de la violencia a nivel más general. Por eso es tan importante que la acción humanitaria se apoye en un análisis de la dinámica local del conflicto (lo que a menudo llamamos adaptarnos o adecuarnos al conflicto). Cuando los programas se diseñan y llevan a cabo junto con las comunidades, y se toman en cuenta deliberadamente la dinámica y los motores del conflicto armado, los actores humanitarios mitigan el riesgo de exacerbar los reclamos y pueden contribuir a restaurar la confianza entre los grupos y a encontrar alternativas a la violencia. Sin dejar de lado sus objetivos humanitarios, el CICR incorpora el análisis de adecuación al conflicto en sus programas para mejorar la calidad de su acción humanitaria, y ha visto que, en algunas situaciones, también puede hacer más por fortalecer la cohesión social en las comunidades.
Por ejemplo, el trabajo comunitario ha sido y sigue siendo crucial para forjar una paz duradera en Irlanda del Norte. Hasta 2024, cuando finalizó sus actividades operacionales allí, el CICR brindó apoyo a organizaciones comunitarias con herramientas conceptuales, formación y recursos financieros para potenciar su trabajo de prevención de la violencia. De esa manera, se atendían las consecuencias humanitarias del legado del conflicto armado y se apoyaban los esfuerzos por arraigar la paz en la esfera comunitaria. Con el tiempo, el CICR entabló buenas relaciones con organizaciones de mediación provenientes de comunidades históricamente enemistadas, lo que le permitió ofrecer un espacio neutral donde pudieran reunirse para tratar incidentes o riesgos de violencia entre comunidades sobre la base de un marco humanitario de mutuo acuerdo para el diálogo. Nuestra investigación pone de relieve que el CICR, como actor internacional, estuvo en condiciones de proporcionar un encuadre alternativo y puramente humanitario para las conversaciones, que permitió a distintos grupos comunitarios superar atrincheramientos y encontrar soluciones mediadas para las tensiones y la violencia intracomunitarias o entre comunidades, con efectos positivos que siguen sintiéndose hasta hoy.
Influir en el diálogo y facilitarlo
Mantener la posibilidad de dialogar con el adversario y un mecanismo adecuado para hacerlo es esencial para negociar acuerdos formales o informales a fin de concluir y resolver el conflicto. Como intermediario neutral, el CICR puede apoyar o facilitar el diálogo y contribuir a generar confianza entre las partes en el conflicto a pedido de estas y con su consentimiento. Por ejemplo, puede prestar apoyo a procesos formales de paz e implementar aspectos humanitarios de los acuerdos formales. Incluso cuando no ofician formalmente de intermediario neutral, los actores humanitarios pueden plantear inquietudes humanitarias ante todos los actores políticos, como las partes en los conflictos, terceros Estados y otros actores con influencia, para que se atiendan los problemas y se tengan en cuenta las necesidades de las personas afectadas en los procesos políticos. Además de que llamar la atención sobre estos temas constituye un imperativo humanitario, su descuido puede obstaculizar el progreso hacia una paz duradera.
Por ejemplo, en Yemen, en 2018, el CICR participó en la implementación de la liberación de prisioneros en virtud del Acuerdo de Estocolmo. Si bien los avances han sido mixtos, se han realizado dos grandes operaciones de liberación en el marco del acuerdo, en octubre de 2020 y en abril de 2023, gracias a las que alrededor de 2.000 personas recobraron su libertad. La participación del CICR ayudó a cementar la confianza de las partes en el proceso y su implementación efectiva, gracias a su presencia y aceptación generalizadas, su capacidad logística de llevar a cabo grandes operaciones de liberación, su valorado cometido y su vasta experiencia profesional en el trabajo con personas detenidas en el contexto de conflictos armados. Las liberaciones tuvieron un impacto humanitario inmenso en las personas liberadas, sus familiares y su comunidad. Y, si bien no se ha alcanzado hasta el momento un acuerdo de paz, estas acciones ayudaron a demostrar que un entendimiento negociado entre las partes puede conducir a resultados tangibles.
Fortalecer el respeto de la dignidad humana por medio de leyes, normas e instituciones
Un último elemento importante es la creación de un entorno en el que se respeten tanto el derecho como las normas fundamentales de respeto por los derechos y la dignidad humanos. El CICR se apoya en su papel de institución de referencia en lo que respecta al derecho internacional humanitario (DIH) y en su experiencia en la respuesta al impacto de los conflictos armados en todas partes del mundo para procurar que los legisladores estén en condiciones de atender las consecuencias concretas de los medios y métodos de hacer la guerra, velando por el cumplimiento de las obligaciones en lo relativo a la salida de los conflictos y que toda nueva disposición refleje el propósito original del DIH de mitigar el sufrimiento y respetar la dignidad humana. Sus esfuerzos por diseminar el derecho e integrar y reflejar los principios humanitarios en las instituciones y procesos nacionales, regionales y multilaterales contribuyen, esperamos, a un entorno más propicio para la paz duradera.
Un ejemplo es la labor de la organización en Colombia. El CICR apoyó la negociación de los aspectos humanitarios del acuerdo de paz de 2016 entre el Gobierno y las FARC, y prestó asistencia técnica, jurídica y financiera a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) y la Comisión de la Verdad que se establecieron como resultado. También ha asistido a la organización formada por excombatientes de las FARC desmovilizados para buscar a personas desaparecidas en el marco de sus reparaciones a la sociedad civil y para encontrar a sus propios miembros desaparecidos. El apoyo del CICR a estas y otras instituciones colombianas las ayuda a cumplir con los estándares internacionales sobre cuestiones humanitarias centrales y a llegar con beneficios tangibles de la paz a las comunidades más afectadas por la violencia en zonas rurales. Al mismo tiempo, en vista de los ocho conflictos armados no internacionales que repercuten en millones de vidas en todo el país[4], el CICR continúa dialogando con los grupos armados y las fuerzas del Gobierno para promover el respeto del DIH, en particular en torno a elementos de los que la experiencia demuestra que pueden contribuir a las conversaciones de paz en el futuro, como cuestiones vinculadas la aplicación de amnistías, las obligaciones para prevenir el reclutamiento de menores, y la prevención y el esclarecimiento de las desapariciones de personas.
En el plano internacional, el CICR también ha aportado una perspectiva humanitaria para enriquecer la formulación de leyes y consensos multilaterales sobre asuntos clave en relación con la paz. Por ejemplo, ha promovido el desarme multilateral por motivos humanitarios desde la Primera Guerra Mundial, cuando llamó a prohibir las armas químicas luego de ver sus horrorosos efectos en sus hospitales de campaña. Desde entonces, ha sido una pieza clave en la adopción de casi todos los tratados de desarme humanitario, como la Convención sobre Ciertas Armas Convencionales y sus protocolos, la Convención sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal, la Convención sobre Municiones en Racimo y el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares, así como el Tratado sobre el Comercio de Armas. El llamamiento del CICR a un tratado sobre sistemas de armas autónomos responde al mismo espíritu de mitigar el sufrimiento humano indiscriminado y generalizado, y de mantener el respeto de la dignidad humana en el centro del sistema internacional de cooperación.
Conclusión
Si bien las reflexiones de larga data del CICR en materia de paz pueden ser poco conocidas, Jean Pictet, su ex director general y vicepresidente, observó que hay pocas causas que preocupen tanto a la organización[5]. Como institución neutral e independiente, el CICR no puede ni debe determinar en qué tendría que consistir la paz en un conflicto armado determinado, pero siempre trabajará por un futuro en el que se respete y se proteja la dignidad humana de todos los pueblos. Como vimos en nuestra propia investigación, el aporte de la acción humanitaria a las perspectivas de paz es valioso a pesar de que su alcance es necesariamente limitado.
Al mismo tiempo, concluir y prevenir los conflictos armados requiere verdadera voluntad política. Por ese motivo, el CICR y un grupo de seis estados lanzaron recientemente una Iniciativa Mundial sobre DIH pensada para renovar la inversión en derecho internacional humanitario como prioridad política, una de cuyas líneas de trabajo está dedicada a las vinculaciones entre el DIH y la paz.
Estamos ante un momento crítico en el que el recurso al conflicto armado parece demasiado habitual, mientras el compromiso con la resolución y prevención de conflictos parece vacilar. Debemos recordar que se construyó un consenso en torno al deseo de “preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra”[6]. Los conflictos armados no son inevitables; hay que dedicar un esfuerzo político sostenido a su prevención y resolución. Renovar la inversión política en la paz es la única manera de prevenir el sufrimiento indecible de la guerra.
[1] En la última década, el número de conflictos armados creció con más rapidez que el número de países afectados por conflictos armados, lo que indica un aumento de los países en los que se desarrolla más de un conflicto armado a la vez (Rustad, S.A., Conflict Trends: A Global Overview, 1946–2024, PRIO, Oslo, junio de 2025). Para entender cómo clasifica el CICR la existencia de un conflicto armado, v. Comité Internacional de la Cruz Roja, ¿Cuál es la definición de “conflicto armado” según el derecho internacional humanitario?, CICR, Ginebra, 2024.
[2] El foco en las organizaciones humanitarias internacionales es intencional: los actores humanitarios locales, como las Sociedades Nacionales y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, están presentes antes, durante y después de los conflictos, y a menudo tienen una participación a largo plazo en las iniciativas de construcción de la paz.
[3] Para esta investigación, el CICR adoptó la definición de paz del Movimiento, tal como se la formula en sus Estatutos: “no debe entenderse como la simple ausencia de guerra, sino como un proceso dinámico de colaboración entre todos los Estados y los pueblos, colaboración fundada en el respeto de la libertad, de la independencia, de la soberanía nacional, de la igualdad de los derechos humanos, y en una justa y equitativa repartición de los recursos para satisfacer las necesidades de los pueblos”.
[4] Según la clasificación pública más reciente del CICR, disponible en https://www.icrc.org/es/articulo/colombia-retos-humanitarios-2025
[5] V. Jean Pictet, “Los principios fundamentales de la Cruz Roja: Comentario”, p. 190.
[6] Carta de las Naciones Unidas: Preámbulo.

