La violencia sexual es un fenómeno generalizado que prevalece en muchos conflictos armados modernos. Entrevistar a personas que han sufrido violencia sexual es una de las tareas más complejas para cualquier periodista.
En esta publicación realizada en el marco de la 30.a campaña de los 16 Days of Action, Drew Ambrose –uno de los corresponsales extranjeros de Al Jazeera en inglés más experimentados y reconocidos– describe su experiencia y su técnica para dar a conocer esos actos de brutalidad generalizados en las zonas de conflicto.
Advertencia sobre el contenido: esta publicación describe detalles que pueden resultar perturbadores para algunos lectores.
Al inicio de mi carrera, cuando era un joven periodista cadete de la sala de noticias, un editor veterano me dio este consejo: «Cuando entrevistes a una persona que ha sido testigo o víctima de una tragedia, llévala hacia la cima de la montaña de su trauma y, luego, tráela de regreso al momento actual.»
Dieciséis años después, todavía me resulta increíblemente difícil entrevistar a sobrevivientes de violencia sexual que escaparon de zonas de conflicto. Siento una gran responsabilidad por «hacerlo bien». A veces te pasas horas reformulando las preguntas de antemano porque sabes que una entrevista mal llevada puede convertirse en un disparador emocional.
Es muy improbable que obtengas un testimonio espontáneo y sincero si empiezas preguntando «¿Puedes contarme sobre la peor experiencia de tu vida?». Para entrevistar a un/a sobreviviente, es necesario establecer un vínculo, y el método más seguro suele ser plantear las preguntas de forma cronológica. La mejor forma de obtener todos los hechos y detalles de forma ordenada es guiar a la persona entrevistada para que narre su historia linealmente. Además, esta modalidad ayuda a que la persona no tenga que relatar una y otra vez los hechos traumáticos, lo que sería poco sensible.
Pero hacer una entrevista con un enfoque cronológico es casi imposible si no puedes calcular cuándo comenzó el episodio horrendo para la persona sobreviviente de un abuso sexual que ha escapado de una guerra o genocidio.
La entrevista a Anna
Hace unos años, me enfrenté a esta situación, cuando estaba investigando una de las crisis de refugiados más grandes de la historia reciente.
Todavía recuerdo estar observando el campamento de desplazados internos desde una colina. Parecía un mar interminable de carpas hechas de lonas, palos y bolsas de ayuda alimentaria viejas, esparcidas en un área que sería más grande que muchas ciudades europeas. De cierta manera, escuchar el ruido de los martillos y ver cómo todas esas personas reconstruían sus vidas luego de haber padecido atrocidades indescriptibles, me hacía reflexionar y apreciar su resiliencia.
Sin embargo, con el transcurso de los días, esa burbuja de optimismo se rompió cuando comenzaron a aparecer los primeros relatos de atrocidades sufridas por las personas sobrevivientes de violencia sexual.
Una de esas personas aceptó darnos una entrevista. Tan solo unas semanas atrás, la sobreviviente había logrado escapar de una masacre que ocurrió en su pueblo. Para llegar adonde ella estaba, tuvimos que descender de nuestra colina hasta el campamento, donde imperaba el ruido de tiendas y mercados.
Pero el ruido intenso de los vendedores pronto desapareció, cuando llegamos a la hilera de carpas más distantes. Abrimos una de las carpas y allí se encontraba ella, esperando en la oscuridad junto a su cuñada.
En general, cuando se produce un documental, se graban tres escenas con cada entrevistado, pero esta mujer -la llamaremos Anna- no quería salir de la carpa. Su conmoción debido a los hechos traumáticos que había vivido era tan grande que ni siquiera quiso moverse de donde estaba sentada.
Por supuesto, respetamos su voluntad. Acomodamos la cámara e iluminamos la carpa. Al comenzar la entrevista, intenté revelar su historia cronológicamente, pero no había ninguna manera agradable de comenzarla, no había ningún recuerdo feliz por donde comenzar. Su comunidad había vivido oprimida y presa del miedo por años.
A cada rato, mientras Anna o su cuñada contaban lo que había ocurrido, alguna de las dos estallaba en llanto. Esa avalancha de agonía emocional me atravesó como una navaja. Poco a poco, pregunta tras pregunta, llegamos a la cima de la montaña, pero yo me sentía como si las estuviera guiando hacia un campo minado.
Anna habló lentamente: «A las ocho de la mañana de un miércoles, llegaron y empezaron a disparar… A los hombres los mataron a puñaladas. Les llevó todo el día matarlos a todos. Luego, se llevaron a las mujeres que tenían niños. Cuando tomaban a las mujeres, tiraban a los niños al suelo… Y los mataban».
Le pregunté qué ocurrió con su bebé, de tan solo dieciséis meses. Me respondió: «Cuando nos llevaron a campo abierto, me sacaron al bebé y lo tiraron al suelo; luego, lo arrojaron al fuego… Podía ver cómo el bebé gritaba y lloraba. Cuando me detuve, me pegaron y me obligaron a seguir caminando».
Mientras me traducían la respuesta de Anna, yo no podía dejar de mirarla fijamente a los ojos. Mi lenguaje corporal era la única forma en la que podía demostrarle que contaba con mi total y absoluta atención. Se le llenaron los ojos de lágrimas, como si fueran a estallar.
Anna continuó: «Me sacaron toda la ropa. Empezaron a abusar de todas. Después, acuchillaron a las que todavía respiraban y las dejaron para que murieran». Hizo un gesto hacia su cuñada, que estaba desconsolada. «Mi cuñada fue violada y le pegaron con un bambú.»
Me quedé sin palabras cuando me tradujeron la respuesta de Anna. Mi único refugio era la cronología y lo único que logré preguntar fue «¿puedes contarme qué pasó luego?». Mi pregunta se sintió breve y patética.
«No sé lo que me sucedió luego», me dijo. «Me sangraba la cabeza. Tenía la mandíbula quebrada.» Aparentemente, unos soldados la llevaron a su casa luego del acto de violencia sexual. «Cuando desperté, la casa estaba prendida fuego y la puerta estaba cerrada». Anna dice que pudo escapar de milagro, a través de una grieta que había en la choza.
Describió las secuelas cuidadosamente: «Cuando nuestro hogar se quemó, nos dijimos que si Dios nos salvó de esto, jamás volveríamos a este lugar. Luego de tanta tortura, ni siquiera puedo pronunciar el nombre de ese lugar. Toda nuestra familia murió. ¿Cómo podríamos volver a allí? He sufrido tanto, casi me muero. Decían que no sobreviviríamos, porque nos trasportaron por la frontera en sacos. Y estuvimos sangrando durante todo el trayecto».
Tres años más tarde, cuando miro hacia atrás y reflexiono sobre la historia de esta sobreviviente, lo que más me estremece es que en la cronología de Anna, en esta historia infernal llena de miedo, el acto brutal de violencia sexual del que fue víctima me fue narrado como si tan solo fuera un acontecimiento más. Ni siquiera era la cima de la montaña para ella. Eso de por sí me resulta aterrador.
Las víctimas/sobrevivientes de actos de violencia sexual suelen resaltar la importancia de contar su historia en un entorno seguro. El CICR adopta un enfoque centrado en los/as sobrevivientes que garantice su seguridad, dignidad y respeto, así como la confidencialidad del relato. Responder a un acto de violencia sexual es complejo, y el personal humanitario debe brindar información sobre dónde encontrar servicios de apoyo (Información para sobrevivientes de violencia sexual: cómo buscar ayuda).
Vea también:
- Daniel Palmieri, Sexual violence in armed conflict: the historical limits of humanitarian action and the ICRC in the 20th Century, 2 de diciembre de 2021
- Christie Edwards, Gender-based hate crime as an early warning indicator of escalating violence and armed conflict, 30 de noviembre de 2021
- Rachael Kitching, Vanessa Murphy & Kelisiana Thynne, Walking the talk on SGBV: an implementation checklist to narrow the gaps between international law and domestic practice, 25 de noviembre de 2021
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