Introducción

Lejos de los estereotipos, la Primera Guerra Mundial no se limitó a las trincheras. La población civil, la economía, las ciudades, las ideas, la ciencia o, incluso, las normas que debían regular la guerra, se vieron afectadas de manera directa. Entre las prácticas que ilustran esta totalización de la guerra, las represalias tuvieron un impacto humanitario significativo.

Responder golpe por golpe al enemigo, incluso precipitándose a ciclos de represalias, a menudo contrarios al derecho, era una forma de disuadir, pero también de castigar. Las represalias pueden interpretarse en el sentido jurídico:

“Una represalia bélica consiste en una acción que, en otras circunstancias, sería ilícita, pero que, en casos excepcionales, se considera legítima con arreglo al derecho internacional cuando se emplea como medida coercitiva en respuesta a actos ilícitos de un adversario”.[1]

Aunque también pueden aplicarse a hechos y actos que no se rijan necesariamente por las normas jurídicas existentes.

Sin embargo, estas medidas, que suelen justificarse como reacciones a violaciones del derecho de la guerra, han comprometido la estructura jurídica vigente en aquel entonces[2]. ¿Eran realmente eficaces? ¿Eran legítimas? ¿O no hacían más que alimentar una espiral de brutalidad sin fin?

Este artículo explora diferentes facetas de las represalias durante la Primera Guerra Mundial, con particular interés en aquellas que tuvieron un impacto humanitario directo en miles de seres humanos. También se interesa en la labor del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) frente a este fenómeno. Por último, la sección final propone algunas reflexiones más generales sobre la práctica de las represalias ya que, si bien se basan en la experiencia de la Gran Guerra, sin duda podrían aplicarse a los conflictos contemporáneos.

Las armas químicas: un aumento “justificado” por las represalias

Ya en el siglo XIX existieron intentos para anticipar y limitar el uso de armas químicas, por ejemplo, en el Proyecto de una Declaración Internacional relativa a las leyes y costumbres de la guerra, conocido con el nombre de Declaración de Bruselas del 27 de agosto de 1874[3]. Asimismo, la Conferencia de la Paz de La Haya, celebrada en 1899[4], incluyó una declaración limitada a los proyectiles, que indicaba:

“Las Potencias contratantes se prohíben el empleo de proyectiles que tengan por único objeto esparcir gases asfixiantes o deletéreos. La presente Declaración no será obligatoria sino para las Potencias contratantes, en caso de guerra entre dos o más de ellas. Cesará de ser obligatoria desde el momento en que en una guerra entre Potencias contratantes, una Potencia no contratante se una a uno de las partes beligerantes”.[5]

Por otra parte, el Convenio IV de La Haya de 1907 indica que “Además de las prohibiciones establecidas en Convenciones especiales, es particularmente prohibido: (a) Emplear veneno o armas envenenadas”[6].

A partir de la primavera de 1915, el uso de armas químicas provocó, inicialmente, una onda de choque tanto en los campos de batalla como en la opinión pública internacional[7]. Si bien Alemania fue la primera en emplearlas, las otras partes beligerantes la imitaron rápidamente. La guerra química se tornó común y se caracterizó tanto por el desarrollo de nuevas técnicas, como por la masificación de su empleo[8].

Dado que las dispersiones a la deriva que se efectuaban inicialmente eran poco eficaces, las partes beligerantes intentaron dirigir mejor los ataques contra sus adversarios y emplear sustancias más letales. En julio de 1917, cerca de la ciudad belga de Ypres, los alemanes utilizaron sulfuro de diclorodietilo, que más tarde se conoció como iperita y también como gas mostaza[9].

Guerra 1914-1918. Camilleros franceses en una trinchera. ©ACICR (DR). V-P-HIST-01142-04

A partir de 1915, ambos bandos se acusaron de haber iniciado esta violación del derecho internacional, con el fin de justificar, de este modo, su propio empleo de gases de combate, con el pretexto de las represalias[10].

Si bien en las estadísticas solo son responsables de una pequeña fracción de las muertes ocurridas durante el conflicto, las armas químicas tienen un gran impacto psicológico e hicieron que la vida de los soldados en el frente fuera aún más infernal. Es decir que tomar represalias constituye un pretexto para legitimar acciones contrarias al derecho y los principios humanitarios y seguir alimentando una espiral de violencia.

La experiencia de la Primera Guerra Mundial impulsó a la comunidad internacional a legislar sobre la cuestión y el CICR participó activamente en ello. Estos esfuerzos condujeron al Protocolo sobre la prohibición del empleo, en la guerra, de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos, firmado en Ginebra, en junio de 1925[11].

Los barcos hospitales: víctimas directas de la guerra submarina a ultranza

La guerra de corso que los alemanes llevaron a cabo contra la flota mercante británica condujo a la adopción de contramedidas y estrategias, como navegar bajo una bandera neutral falsa, que complicaron la capacidad alemana para librar esta guerra naval dentro del marco de las normas. Con el pretexto del bloqueo británico, Alemania autorizó a sus fuerzas a atacar a los barcos neutrales, sin respetar el derecho marítimo, por ejemplo, sin advertencia previa, o sin acatar las disposiciones del Convenio de La Haya de 1907 para la adaptación a la guerra marítima de los principios del Convenio de Ginebra[12].

Esta campaña de guerra submarina a ultranza comenzó el 4 de febrero de 1915, cuando los alemanes convirtieron las aguas circundantes a las islas británicas en zonas de guerra donde cualquier barco podía ser hundido. Como respuesta, los británicos acusaron a Alemania de actos de piratería. Los Estados neutrales, que vieron sus barcos y su comercio en peligro, también cuestionaron la legitimidad de estas medidas[13].

Guerra 1914-1918. Combate naval. ©ACICR (DR). V-P-HIST-E-05341

La víctima más conocida de esta etapa de la guerra es, seguramente, el barco británico Lusitania, hundido en mayo de 1915[14]. Este ataque causó un escándalo y presiones por parte de Estados Unidos, dado que muchos pasajeros estadounidenses perecieron en ese ataque, e incluso hubo consecuencias jurídicas posteriores a la guerra[15]. Esto obligó a Alemania a modificar su campaña, a tratar de preservar de los ataques a los transportes de pasajeros y los barcos hospitales y de concentrarse en el Mar Mediterráneo, donde el número de barcos estadounidenses era más reducido[16].

En aquella época, en los diferentes mares del mundo, varios barcos hospitales fueron atacados y, en ocasiones, hundidos. Las partes beligerantes solían alegar el error involuntario o acusaban al enemigo de utilizar esos barcos sanitarios con fines militares[17].

En enero de 1917, la situación cambió de manera drástica. Alemania, en franca violación del derecho, anunció que reanudaría la guerra submarina a ultranza, mediante la nota que envió el 29 de enero a los franceses y a los británicos[18]. En esta nota, indicó su intención de atacar y hundir, sin advertencia, a todos los barcos en una zona determinada de la Mancha y del Mar del Norte. Esto incluía a los barcos hospitales. Dos días después, extendió sus amenazas a todo el tráfico marítimo alrededor de Gran Bretaña, Francia, Italia y el Mediterráneo oriental.

En represalia, Francia amenazó con embarcar a prisioneros valiosos para Alemania en sus barcos hospitales[19].

La repatriación del personal de salud: una cuestión humanitaria politizada

Las represalias también obstaculizaron la repatriación del personal de salud caído en manos enemigas. En su artículo 12, el Convenio de Ginebra de 1906 precisa:

Las personas designadas en los artículos 9 , 10 y 11 continuarán, después de haber caído en poder del enemigo, ejerciendo sus funciones bajo la dirección de este.

Cuando su concurso ya no sea indispensable, serán devueltas a su ejército o a sus países en los plazos y siguiendo el itinerario que sean compatibles con las necesidades militares.

Llevarán consigo, entonces, los efectos, los instrumentos, las armas y los caballos que sean de su propiedad particular.”[20]

Ciertamente, hubo personal de salud caído en manos del enemigo que fue retenido para ocuparse de detenidos que necesitaban atención médica. Pero en muchos casos, esta retención se prolongó durante meses, ya que las diferentes partes beligerantes se negaban a cumplir sus obligaciones, con el pretexto de que sus enemigos habían violado el derecho antes que ellos.

A partir del otoño de 1914, Francia acusó a Alemania de retener a su personal de salud capturado. Alemania replicó que, dado que había capturado a muchos más soldados que Francia y que estaba afectada por la escasez de médicos, el personal de salud francés era requerido para atender a sus propios compatriotas. También acusó a las autoridades rusas y británicas de retener ilegalmente a su personal de salud, por lo que tomó represalias[21]. De este modo, en los archivos del CICR, existen notas claras en las que las partes beligerantes reconocen tomar represalias, prácticamente, sin más justificación.

En enero de 1915, la situación estaba en un punto muerto y cada parte beligerante se negaba a repatriar al personal de salud enemigo capturado. La interpretación del derecho de Alemania era diferente de la del CICR, y afirmaba que ningún país aplicaba el Convenio de Ginebra[22]. En cuanto al Gobierno francés, si bien compartía plenamente la interpretación del CICR, justificaba sus medidas de represalia por el hecho de que Alemania había comenzado[23].

Guerra 1914-1918. Berlín, campo de prisioneros de guerra, lazareto de Reserva “Neue Welt”. A la izquierda, un médico francés atendiendo a sus compatriotas. ©ACICR. V-P-HIST-04004

Finalmente, en la primavera de 1915, hubo verdaderas repatriaciones. Pero esta mejora solo fue temporal, ya que se reanudaron los bloqueos.

En mayo de 1916, hubo personal de salud, compuesto por franceses y alemanes, que se hallaban enfermos y debían ser internados en Suiza. Pero, como medida de represalia, las autoridades beligerantes los rechazaron cuando estaban en camino[24]. En junio, Alemania impuso una condición para liberar al personal de salud francés, belga e inglés que tenía retenido. Pidió que Rusia devolviera al personal médico alemán que tenía en su poder[25].

A principios de 1917, las tensiones entre Francia y Alemania alcanzaron un punto crítico, dado que cada bando acusaba al otro de no cumplir sus compromisos. Francia hablaba abiertamente de represalias[26]. Habrá que esperar hasta el verano de ese año para que la situación mejore y se reanuden las repatriaciones sin mayores dificultades.

Transmitir las listas de prisioneros: sí, pero…

Desde el comienzo del conflicto, el CICR creó su Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra (AIPG), que estaba encargada de recopilar, conservar y transmitir información sobre la suerte de los soldados. Tomó esta iniciativa basándose en una resolución de la novena Conferencia Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja celebrada en Washington, en 1912[27].

El CICR alentaba a las partes beligerantes a transmitir las listas de soldados que habían capturado, para que las autoridades de estos pudieran informar a sus familias.

Los alemanes fueron los primeros en enviar estas listas, pero esperaban que los franceses los imitaran rápidamente o, de lo contrario, tomarían represalias[28]. Durante los primeros meses del conflicto, la transmisión de las listas por parte de Francia no funcionaba muy bien, incluso el CICR se quejó de ello ante la Cruz Roja Francesa[29]. A los fines de facilitar intercambios eficaces en ambos sentidos, el CICR propuso que las listas fueran enviadas directamente a la AIPG por los comandantes de los campos.

Sin embargo, si bien los alemanes aceptaron la propuesta, el Gobierno francés era mucho más reacio. Por lo tanto, el CICR, que temía las represalias, ejerció presión sobre el general Gallieni, ministro de Guerra francés, para que Francia transmitiera correctamente la información sobre los soldados que había capturado[30]. Afortunadamente, el CICR logró convencer al Gobierno francés, y la reciprocidad fue un concepto clave para ello.

Guerra 1914-1918. Museo Rath. Los expedientes de la Agencia Internacional de Prisioneros de Guerra. ©ACICR (DR). V-P-HIST-E-03603

Esta reciprocidad requería esfuerzos continuos. La Media Luna Roja Otomana y el Gobierno británico se acusaban de no transmitir de manera automática las actas de defunción de los internados muertos en cautiverio[31]. En diciembre de 1915, Alemania suspendió el envío de las listas de internados fallecidos, en el momento en que, finalmente, Francia consideraba a las listas compartidas por la AIPG como notificaciones oficiales para las familias[32]. Habrá que esperar a julio de 1916 para que el CICR convenza a los alemanes y a los franceses de transmitir sin demora las listas de los prisioneros fallecidos[33].

Todos los esfuerzos del CICR dieron sus frutos. La transmisión de las listas de prisioneros o de prisioneros fallecidos permitió tranquilizar a millones de familias respecto de la suerte de sus seres queridos, o bien darles la posibilidad de comenzar su duelo.

Los prisioneros de guerra: víctimas de los ciclos de represalias

El trato a los prisioneros de guerra es, quizá, la ilustración más clara de la radicalización de las prácticas durante la Primera Guerra Mundial. Ya existe una gran cantidad de literatura sobre el tema[34], y las líneas que siguen solo señalarán algunos ejemplos emblemáticos.

Cuando se desencadenó el conflicto, algunas disposiciones del Derecho de La Haya protegían a los prisioneros de guerra[35]. No obstante, habrá que esperar al Convenio de Ginebra de 1929, elaborado en base a la experiencia de la Gran Guerra, para que la protección de los prisioneros de guerra quede anclada en el derecho internacional mediante un tratado específico[36].

A partir de marzo de 1915, el Gobierno alemán criticó el trato que Francia daba a sus soldados capturados y amenazó con tomar represalias[37]. Unos meses después, el CICR y Suiza propusieron organizar una conferencia franco-alemana para suprimir las medidas de represalias que afectaban a los prisioneros de guerra, pero Francia la rechazó[38].

Guerra 1914-1918. Dorset, Dorchester, campo de prisioneros de guerra. Vista general. ©ACICR. V-P-HIST-04124

Los campos de represalias, en los que los prisioneros eran sometidos a trabajos penosos, surgieron en ambos lados de la línea de frente. En 1916, Francia y Alemania intensificaron esas medidas y cada país justificaba sus acciones con los supuestos abusos del otro. Como reacción al envío de prisioneros alemanes a campos de trabajo en África del Norte por parte de Francia, Alemania envió prisioneros franceses a campos de trabajo en el Báltico, por lo cual, Francia dio marcha atrás[39].

Alemania creó campos de represalias próximos al frente, en los que los prisioneros eran obligados a trabajos penosos[40], y lo justificaba argumentando que se trataba de una reacción al uso de campos del mismo tipo en Francia y en Rusia[41].

Francia diseminó sus propios campos de represalias en el territorio nacional para limitar el control de los Estados neutrales[42]. En mayo de 1916, tomó la decisión de ocupar a prisioneros de guerra alemanes en tareas en favor del ejército en el frente o en actividades bélicas, en violación del Derecho de La Haya[43]. También existían represalias similares entre los alemanes y los británicos[44].

El año 1917 marcó la culminación de estos ciclos de represalias. En la primavera, como represalia por la utilización de prisioneros alemanes en el frente, por ejemplo, en Verdún, Alemania decidió que todos los nuevos prisioneros franceses y británicos también permanecieran detenidos cerca del frente. Estas represalias no finalizaron hasta después de que los franceses y los británicos aceptaran retirar a los prisioneros alemanes a 30 km de la línea de frente[45].

A lo largo de estos ciclos de represalias, las distintas partes beligerantes no cesaron de escribir al CICR para acusar al enemigo de ser el causante del fenómeno[46].

Las respuestas del CICR: neutralidad, acción y frustración

¿Qué podía hacer el CICR, entonces, frente a la multiplicación de las represalias en la mayoría de las partes beligerantes y en ámbitos tan variados?

El CICR no cuenta con ningún medio de coerción para hacer respetar el derecho. Al actuar como autoridad moral, solo puede gozar de su prestigio y utilizar su palabra para intentar convencer a las partes beligerantes de respetar mejor el derecho[47]. En este contexto, la reciprocidad desempeña un papel fundamental.

A partir del 19 de septiembre de 1914, el CICR comenzó a escribir a las partes beligerantes para recordarles su obligación de instruir correctamente a sus ejércitos sobre los principios del Derecho de Ginebra[48].

Respecto de las armas químicas, el 6 de febrero de 1918, el CICR hizo un Llamamiento a las partes beligerantes contra el empleo de gases venenosos en el que solicitaba el cese del uso de los gases de combate y proponía firmar un acuerdo en ese sentido[49]. Cabe observar que al CICR le llevaría casi tres años denunciar públicamente el empleo de armas químicas en el campo de batalla. De hecho, finalmente decidió salir de su reserva porque creía, erróneamente, que Alemania preparaba una gran ofensiva química contra las fuerzas de la Entente[50]. Habrá que esperar a 1925 para que se firme el Protocolo sobre la prohibición del empleo, en la guerra, de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos[51].

Las partes beligerantes se acusaban mutuamente de bombardear lazaretos, hospitales, trenes hospitales u otras instalaciones médicas. El CICR recibía estas acusaciones y las publicaba en su Boletín[52], que publicó 32 protestas entre 1914 y 1919[53]. Además, el CICR recibía, transmitía y publicaba en su Boletín las denuncias sobre los ataques contra los barcos hospitales. En abril de 1917, al reanudarse la guerra submarina a ultranza, el CICR respondió haciendo un llamamiento contra el torpedeamiento de los barcos hospitales y le reprochó a Alemania haber violado conscientemente las disposiciones del derecho internacional[54].

En lo referente a la repatriación del personal de salud caído en manos enemigas, el CICR participó en largos e intensos intercambios con las partes beligerantes. Esta violación del Derecho de Ginebra generó una gran cantidad de correspondencia. Tras haber establecido, a nivel interno, su posición acerca del papel y los derechos del personal de salud[55], el 7 de diciembre de 1914, el CICR compartió sus puntos de vista con las partes beligerantes[56]. Inmediatamente, Alemania manifestó que no compartía la interpretación del Convenio de Ginebra dada por el CICR. En cambio, Francia, pese a compartir los puntos de vista de la institución ginebrina, no actuaba conforme a ellos.

Guerra 1914-1918. Tarn, Carmaux, campo de prisioneros de guerra. El señor Eugster dialoga con prisioneros. ©ACICR. V-P-HIST-04140

Por último, harían falta páginas y páginas para resumir la labor del CICR en favor de los prisioneros de guerra, en particular, en lo que respecta a sus esfuerzos para hacer cesar las represalias[57]. Aquí, nos limitaremos a presentar algunos hitos y aspectos de esta labor, únicamente en lo que a las represalias se refiere.

Al inspeccionar los campos, el CICR abogaba por la reciprocidad positiva en el trato de los prisioneros de guerra. Así lo reconocía un delegado:

“Quisiera ponerlos un poco al corriente de la mentalidad de los señores con los que debo tratar. Puede resumirse con las palabras: ‘dando-dando’, ‘represalias’, ‘reciprocidad’ y… ‘apaciguar’”.[58]

Sin embargo, los Estados en guerra no tardaron en criticar estas visitas, cuestionando tanto la objetividad de los delegados, como su eficacia. En marzo de 1915, la Cruz Roja Francesa comentó, por ejemplo, que los internados no podían hablar libremente con los delegados, por temor a las represalias[59], lo que fue corroborado por prisioneros internados en Suiza. Las visitas de los delegados solo tenían un efecto pasajero, y el temor a las represalias impedía a los internados decir la verdad sobre las condiciones reales en los campos[60]. No obstante, en muchos casos, las visitas permitieron mejorar las condiciones de detención[61].

También se puede considerar que los informes positivos del CICR sobre los campos a cargo de Gran Bretaña hacían que las represalias contra los prisioneros británicos fueran difíciles de justificar[62]. ¿Acaso esto contribuyó a obstaculizar los ciclos de represalias?

El CICR, más allá de su trabajo global en favor de los prisioneros, también se interesó, específicamente, en las represalias. El 12 de julio de 1916, hizo un llamamiento, sin éxito, que condenaba las medidas de represalias contra los prisioneros[63]. El llamamiento no solo quedó sin efecto, sino que, además, se le reprochó el contenido. Por ello, la Cruz Roja Francesa se lamenta de que haya sido de carácter general, cuando habría debido estar dirigido específicamente a Alemania[64].

En los archivos, existe un proyecto de nueva protesta de 1917, en el que el CICR puso de manifiesto su frustración, que nunca se publicó. El documento, que acusa en particular a Alemania, contra la que enumera cierta cantidad de violaciones graves del derecho, también expresa su pesar por el hecho de que solo Gran Bretaña hubiera manifestado abiertamente no querer represalias[65]. El deber del CICR es “denunciar ante el mundo y llamar la atención, en primer lugar, de las partes beligerantes y, después, de todas las naciones civilizadas, sobre las graves infracciones a la gran ley de la humanidad”[66]. Este llamamiento, muy (quizá demasiado) directo, no pasó de la fase de proyecto.

Al verse confrontado con estos ciclos de represalias, el CICR procuró fomentar la reciprocidad y reducir los abusos. No obstante, con frecuencia, su labor se vio comprometida por el recelo de las partes beligerantes y por la instrumentalización de sus informes.

Las represalias: ¿freno o acelerador de la brutalidad?

¿Las represalias limitaron los abusos o, por el contrario, intensificaron la brutalidad del conflicto?

Dado que las represalias alemanas de la primavera de 1917 forzaron a la Entente a retirar a sus prisioneros de la línea de frente, se podría sostener que las represalias suelen ser eficaces y, por lo tanto, bienvenidas.

Pero esto significaría ignorar el cúmulo de represalias contra los prisioneros de guerra a lo largo del conflicto, tanto antes como después de 1917. Además, significaría ignorar a los otros ciclos de represalias, que también se extendieron durante años y cuya resolución no se logró a través de las propias represalias.

Las represalias tuvieron un costo humano innegable. ¿Cuántos fueron los sufrimientos, las muertes y las vidas devastadas por el engranaje destructivo en el que habían entrado las partes beligerantes? Las partes beligerantes pusieron en peligro a sus ciudadanas y ciudadanos de manera consciente, exponiéndolos a los mayores padecimientos.

 

Guerre 1914-1918. Wahn, camp de prisonniers de guerre. Prisonniers français au travail. ©ACICR. V-P-HIST-04097

Guerra 1914-1918. Wahn, campo de prisioneros de guerra. Prisioneros franceses trabajando. ©ACICR. V-P-HIST-04097

También cabe recordar el papel negativo de la propaganda en la opinión pública, que luego redundó en el aumento de las represalias contra los prisioneros de guerra. Se emplearon al máximo los procesos de deshumanización del enemigo, que llevaron a las sociedades a privilegiar la ley del talión y a perder el interés en una posible mejora de la situación humanitaria.

En cambio, era absolutamente posible que el temor a las represalias, más que las propias represalias, haya impedido que las partes beligerantes maltrataran aún más a los prisioneros que tenían detenidos. Para algunos, este temor habría sido más eficaz que las disposiciones del derecho internacional o las visitas del CICR[67].

¿Este también era el caso de los barcos hospitales? Al reanudarse la guerra submarina a ultranza en 1917, los británicos perdieron varios barcos hospitales, mientras que Francia, que había embarcado prisioneros alemanes a bordo de los suyos, no tuvo que sufrir pérdidas similares. Es difícil dar una respuesta, sabiendo que las fuerzas de la Entente también habían decidido, de común acuerdo, que sus barcos hospitales navegaran sin signos distintivos y con las luces apagadas.

Es posible que el miedo a las represalias haya limitado las prácticas contrarias al derecho, a veces, justificándolas, lo que contribuyó a precipitarse a la violencia[68]. Quizá, las amenazas de represalias tenían una parte de farsa, pero si esta fracasaba, el engranaje arrastraría a sus propios ciudadanos hacia ciclos de violencia.

Además, las medidas de represalias fueron contraproducentes y pusieron en cuestión la imagen y la legitimidad de los Estados afectados ante los Estados neutrales[69]. Al estar inmersas en ciclos de represalias sin fin, las partes beligerantes violaron, voluntariamente, el derecho internacional y renunciaron a aplicar las disposiciones de tratados que habían firmado. Cabe preguntarse sobre el impacto de estas represalias en la confianza que pudiera depositarse en los Estados que violaban el derecho de manera consciente.

Por último, mientras las diferentes naciones presentaban a la guerra como una lucha entre la civilización y la barbarie, su actitud demostró una profunda contradicción con los grandes principios que afirmaban defender. Esta contradicción no solo era legal, también era moral. ¿Es posible proclamar, legítimamente, que se está luchando por el derecho y la civilización exponiéndose de esta manera?

Conclusión: ¿hacia un ciclo virtuoso de reciprocidad?

Las represalias durante la Primera Guerra Mundial ilustran los dilemas morales y prácticos a los que se enfrentaron las partes beligerantes. Si bien intentaban prevenir o castigar los abusos del enemigo, también alimentaron una espiral de violencia y de desconfianza.

Actualmente, las represalias contra las personas protegidas por los Convenios de Ginebra están prohibidas[70] y, en los casos en los que no están expresamente prohibidas por el derecho internacional, están sujetas a condiciones muy estrictas[71].

Lamentablemente, estas prácticas no han desaparecido en los conflictos contemporáneos, lo que es contrario al derecho y a la humanidad.

Tomamos conocimiento de las reales consecuencias humanas y humanitarias de las represalias más de un siglo después de la Primera Guerra Mundial, cuyo ejemplo debe invitarnos a reflexionar sobre el uso de represalias en los conflictos contemporáneos.

En lugar de perpetuar estos ciclos destructivos, es esencial reflexionar acerca de mecanismos que fomenten la reciprocidad positiva y el respeto del derecho. Contrariamente a las represalias, que tienden a agravar las tensiones y a tornar la situación humanitaria aún más difícil, comprometerse voluntariamente a respetar el derecho y dar el ejemplo presenta la ventaja de reducir los riesgos para aquellas y aquellos que no combaten, o que ya no lo hacen, incluso para sus propios ciudadanos y ciudadanas.

Es cierto que, legalmente, no existe reciprocidad en el DIH, habida cuenta de que aun cuando una de las partes beligerantes no respete sus obligaciones, las demás seguirán obligadas por estas últimas. Pero la reciprocidad también puede considerarse desde un ángulo más constructivo. De este modo, quizá sea posible promover ciclos virtuosos de reciprocidad, basados en el respeto del derecho internacional. Adoptando una postura de este tipo, las partes beligerantes no solo podrían demostrar su seriedad y su humanidad, sino también alentar a otras a seguir este ejemplo, por efecto de emulación[72]. Más que una cuestión de derecho, la negativa a las represalias es una elección de civilización: la de romper con la lógica de la venganza para afirmar la primacía de la humanidad, incluso, en medio de la guerra.

 

[1] Derecho internacional humanitario consuetudinario, norma 145, https://ihl-databases.icrc.org/es/customary-ihl/v1/rule145

[2] En cuanto al derecho internacional vigente durante la Primera Guerra Mundial y a la forma en la que ha sido violado y respetado, nos remitimos a: Isabel V. Hull, A Scrap of paper. Breaking and Making International Law during the Great War, Ithaca, Londres: Cornell University Press, 2014; Jean H. Quataert, “International Law and the Laws of War”, en 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, ed. by Ute Daniel, Peter Gatrell, Oliver Janz, Heather Jones, Jennifer Keene, Alan Kramer, and Bill Nasson, issued by Freie Universität Berlin, Berlín, 2014, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/international-law-and-the-laws-of-war/

[3] En particular, el artículo 13: “De acuerdo con este principio, es particularmente prohibido: a. El empleo de veneno o de armas envenenadas,”. Proyecto de una Declaración Internacional relativa a las leyes y costumbres de la guerra, Bruselas, 27 de agosto de 1874, https://ihl-databases.icrc.org/en/ihl-treaties/brussels-decl-1874 . También nos remitimos a Catherine Jefferson, “Origins of the norm against chemical weapons”, International Affairs, vol. 90, n.º 3, mayo de 2014, pp. 647-661, https://onlinelibrary.wiley.com/doi/pdf/10.1111/1468-2346.12131

[4] Thomas I. Faith, “Gas Warfare”, en 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, Berlín, 2016, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/gas-warfare/

[5] Declaración (IV, 2) relativa a la prohibición de emplear proyectiles que tengan por único objeto esparcir gases asfixiantes o deletéreos, La Haya, 29 de julio de 1899, https://ihl-databases.icrc.org/en/ihl-treaties/hague-decl-iv-2-1899

[6] Convención (IV) relativa a las leyes y costumbres de la guerra terrestre y su Anexo: Reglamento relativo a las leyes y costumbres de la guerra terrestre, La Haya, 18 de octubre de 1907, artículo 23, https://ihl-databases.icrc.org/en/ihl-treaties/hague-conv-iv-1907/regulations-art-23

[7] Olivier Lepick, La Grande Guerre chimique: 1914-1918, París: Presses Universitaires de France, 1998, p. 297.

[8] Ibíd., p. 234.

[9] Ibíd., p. 218.

[10] Annie Deperchin, “Les gaz et le droit international”, en Laura Maggioni (ed.), Gaz! Gaz! Gaz! La guerre chimique, 1914-1918, Milán: 5 Continents Editions, Péronne: Historial de la Grande Guerre, 2010, p. 21. Para un análisis más detallado de los debates sobre el empleo de armas químicas antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial, nos remitimos a: Miloš Vec, “Challenging the Laws of War by Technology, Blazing nationalism and Militarism: Debating Chemical Warfare before and After Ypres, 1899-1912”, en Bretislav Friedrich, Dieter Hoffmann, Jürgen Renn, Florian Schmaltz, Martin Wolf (ed.), One Hundred Years of Chemical Warfare: Research, Deployment, Consequences. Cham: Springer, p. 105-134, https://link.springer.com/chapter/10.1007/978-3-319-51664-6_7

[11] Leo van Bergen, Maartje Abbenhuis, “Man-monkey, monkey-man: neutrality and the discussions about the ‘inhumanity’ of poison gas in the Netherlands and International Committee of the Red Cross”, First World War Studies, vol. 3, 2012, p. 1099-1120.

[12] Convenio (X) para la adaptación a la guerra marítima de los principios del Convenio de Ginebra, La Haya, 18 de octubre de 1907, https://ihl-databases.icrc.org/en/ihl-treaties/hague-conv-x-1907

[13] Esta información procede de Mark D. Karau, “Submarines and Submarine Warfare”, en 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, Berlín, 2023, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/submarines-and-submarine-warfare-1-1/

[14] Chelsea Autumn Medlock, “Lusitania, Sinking of”, en 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, Berlín, 2019, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/lusitania-sinking-of-1-1/

[15] El Lusitania aparece en muchas ocasiones en el Acuerdo del 10 de agosto de 1922 para determinar los compromisos financieros de Alemania que resultan del Tratado de Berlín del 25 de agosto de 1921: Mixed claims commissions United States – Germany constituted under the Agreement of August 10, 1922, extended by Agreement of December 31, 1938, https://legal.un.org/riaa/cases/vol_VII/1-391.pdf

[16] Mark D. Karau, “Submarines and Submarine Warfare”.

[17] Cédric Cotter, (S’)Aider pour survivre. Action humanitaire et neutralité suisse pendant la Première Guerre mondiale, Chêne-Bourg: Georg Editeur, p. 60-62.

[18] Michael S. Neiberg, “1917 : Mondialisation”, en Jay Winter (dir.), La Première Guerre mondiale. Cambridge History, vol. 1: Combats, Péronne, París: Libraire Arthème Fayard, 2013, p. 133.

[19] J. Galloy, L’inviolabilité des navires-hôpitaux et l’expérience de la guerre 1914-1918, París, Libraire du Recueil Sirey, 1931, p. 103.

[20] Convenio para aliviar la suerte de los heridos y los enfermos de las fuerzas armadas en campaña, Ginebra, 6 de julio de 1906, artículo 12.

https://www.icrc.org/applic/ihl/dih.nsf/Article.xsp?action=openDocument&documentId=E636FD3169383160C12563BD002B9D62

[21] Carta del CICR para la Cruz Roja de Rusia en Petrogrado, 8 de febrero de 1915, Archivos del CICR (ACICR) C G1 B 02-06.09.

[22] Carta de la Cámara de Diputados, Berlín, para el CICR, 23 de enero de 1915, ACICR C G1 B 02-05.01.

[23] Carta del Ministerio francés de Guerra para el CICR, 2 de marzo de 1915, ACICR C G1 B 02-05.01. Carta del CICR para la Comisión de Prisioneros de Guerra, Cruz Roja Alemana, 24 de marzo de 1915, ACICR C G1 B 02-06.01.

[24] Carta del CICR para la Comisión de Prisioneros de Guerra de la Cruz Roja Alemana, 31 de mayo de 1916, ACICR C G1 B 02-06.01.

[25] Carta del CICR para el ministro de Bélgica en Berna, 9 de junio de 1916, ACICR C G1 B 02-06.04.

[26] Carta de la Inspección General de Prisioneros de Guerra, Ministerio de Guerra, para el CICR, 7 de abril de 1917, ACICR C G1 B 02-06 .01.

[27] Gradimir Djurovic, L’agence centrale de recherches du Comité International de la Croix-Rouge, Activités du CICR en vue du soulagement des souffrances morales des victimes de guerre, Ginebra: Instituto Henry Dunant, 1987 (1981), p. 40.

[28] Telegrama de Gustave Ador para el Departamento Político Federal, 19 de septiembre de 1914, Archivos Federales Suizos (AF), 1000/45, bd. 89, n.º 692.

[29] Carta del CICR para el Comité Central de la Cruz Roja Francesa, Burdeos, 16 de noviembre de 1914, ACICR C G1 A 11-01.

[30] Carta del CICR para el general Gallieni, ministro de Guerra, 17 de enero de 1915, ACICR C G1 A 11-01; Frédéric Barbey, L’agence internationale des prisonniers de guerre à Genève, p. 87.

[31] V. los documentos conservados en: ACICR C G1 A 13-01.

[32] Carta del Ministerio de Guerra para el CICR, 4 de diciembre de 1915, ACICR C G1 A 13-03.

[33] Carta del intendente militar, jefe de la Oficina de Información, Ministerio de Guerra, para el CICR, 6 de julio de 1916, ACICR C G1 A 13-01.

[34] Uta Hinz, “Prisonniers”, en Stéphane Audoin-Rouzeau, Jean-Jacques Becker (dir.), Encyclopédie de la Grande Guerre 1914-1918, Histoire et culture, París: Bayard, 2000, pp. 778-779; Heather Jones, Violence against Prisoners of War in the First World War: Britain, France and Germany, 1914-1918, Cambridge: Cambridge University Press, 2011. También nos remitimos al capítulo 9 de Isabel V. Hull, A Scrap of paper. Breaking and Making International Law during the Great War, p. 276 y s.

[35] Respecto del desarrollo del Derecho de Ginebra y del Derecho de La Haya durante la Primera Guerra Mundial: Syméon Karagiannis, “Conventions internationales et droit de la guerre”, en Stéphane Audoin-Rouzeau, Jean-Jacques Becker (dir.), Encyclopédie de la Grande Guerre 1914-1918, Histoire et culture, pp. 83-95; Isabel V. Hull, op. cit.

[36] Hazuki Tate, “Hospitaliser, interner et rapatrier: la Suisse et les prisonniers de guerre”, en Relations internationales, n.º 159, otoño de 2014, pp. 35-47; Neville Wylie, Lindsey Cameron, “The Impact of World War I on the Law Governing the Treatment of Prisoners of War and the Making of a Humanitarian Subject”, European Journal of International Law, vol. 29, n.º 4, 2018, pp. 1327–1350. https://academic.oup.com/ejil/article/29/4/1327/5320163

[37] Carta del Ministerio de Guerra en Berlín para el Hamburgischer Landesverien vom Roten Kreuz traducida por el CICR, 24 de marzo de 1915, ACICR C G1 A 18-06.

[38] Carta del CICR para el Ministerio francés de Asuntos Exteriores, 7 de agosto de 1915. Carta de la Embajada de Francia en Berna para el CICR, 24 de agosto de 1915, ACICR C G1 A 09-04.

[39] Todos estos ejemplos proceden de Heather Jones, “Prisoners of War”, en 1914-1918-online. International Encyclopedia of the First World War, Berlín 2014-10-08, https://encyclopedia.1914-1918-online.net/article/prisoners-of-war/

[40] Heather Jones, “The German Spring Reprisals of 1917: Prisoners of War and the Violence of the Western Front”, en German History, vol. 26, n.º 3, 2008, pp. 339-340.

[41] Rapport de MM. Dr A. Schulthess et F. Thormeyer sur leur visite aux camps de prisonniers de guerre russes en Allemagne, en abril de 1916, Undécima serie, Ginebra: Librairie Georg & Cie, julio de 1916, p. 4.

[42] Ronan Richard, La nation, la guerre et l’exilé. Représentations, politiques et pratiques à l’égard des réfugiés, des internés et des prisonniers de guerre dans l’Ouest de la France durant la Première guerre mondiale, tesis doctoral, Rennes, 2004, vol. 2, p. 508.

[43] Heather Jones, “The German Spring Reprisals of 1917”, p. 343.

[44] Heather Jones, “Prisoners of War”.

[45] Ibíd.

[46] V. p. ej., los documentos conservados bajo la signatura: ACICR C G1 A 21-01.

[47] A este respecto, nos remitimos a Lindsey Cameron, “The ICRC in the First World War: unwavering confidence in the power of law?”, International Review of the Red Cross, n.º 900, 2016, https://international-review.icrc.org/articles/icrc-first-world-war-unwavering-belief-power-law

[48] Actas de la AIPG, 19 de septiembre de 1914.

[49] Appel contre l’emploi des gaz vénéneux, 6 de febrero de 1918, https://international-review.icrc.org/fr/articles/appel-contre-lemploi-des-gaz-veneneux

[50] Proponemos una mirada crítica sobre esta latencia en Cédric Cotter, (S’)Aider pour survivre. Action humanitaire et neutralité suisse pendant la Première Guerre mondiale, pp. 50-54.

[51] Protocolo sobre la prohibición del empleo, en la guerra, de gases asfixiantes, tóxicos o similares y de medios bacteriológicos, Ginebra, 17 de junio de 1925, https://ihl-databases.icrc.org/en/ihl-treaties/geneva-gas-prot-1925

[52] V., p. ej.: ACICR A CS 5. Sobre la práctica del CICR de publicar en su Boletín las denuncias de las partes beligerantes: Lindsey Cameron, “The ICRC in the First World War: unwavering confidence in the power of law?”

[53] Rapport général du Comité international de la Croix-Rouge sur son activité de 1912 à 1920, Ginebra: Imprimerie du Journal de Genève, 1921, pp. 14-16.

[54] Torpedeamiento de los barcos hospitales. Nota del Comité Internacional de la Cruz Roja al Gobierno alemán, 14 de abril de 1917, ACICR A CS 3.1.

[55] Rapport présenté par MM. Ferrière et d’Espine au président du Comité international sur le personnel sanitaire fait prisonniers par l’ennemi, s. f., ACICR C G1 B 02-06.03.

[56] Actas de la AIPG, 7 de diciembre de 1914. V. también: ACICR C G1 B 02-05.01.

[57] Para más información, nos remitimos a: “The ICRC during World War I”, Cross-Files, 3 de junio de 2019, https://blogs.icrc.org/cross-files/the-icrc-during-world-war-i/; François Bugnion, Face à l’enfer des tranchées : le Comité international de la Croix-Rouge et la Première Guerre mondiale : 1914-1922, Ginebra: CICR, 2018, https://library.icrc.org/library/search/notice?noticeNr=45312

[58] Carta de Carl de Marval para Gustave Ador, 8 de enero de 1915, ACICR C G1 A 19-04.

[59] Carta de la Cruz Roja Francesa para Gustave Ador, 5 de marzo de 1915, ACICR C G1 A 18-15.

[60] A este respecto, consultar los diferentes documentos conservados en: ACICR C G1 A 43-05.06.

[61] Heather Jones, “A Missing Paradigm? Military captivity and the Prisoner of War, 1914-18”, en Immigrants & Minorities, vol. 26, n.º 1-2, 2008, p. 34.

[62] Matthew Stibbe, “Civilian Internment and Civilian Internees in Europe, 1914-20”, en Immigrants & Minorities, vol. 26, n.º 1/2, marzo-julio de 2008, p. 73.

[63] Nota del 12 de julio de 1916, ACICR C G1 A 06-06.02. Actas de la AIPG, 12 de julio de 1916, https://library.ext.icrc.org/library/c/internal/search/notice?noticeNr=46136. V. también: Declaración del C. I. en ocasión de las medidas de represalias contra los prisioneros, ACICR A CS 2. Estos diferentes llamamientos están disponibles en línea: https://library.icrc.org/library/search/notice?noticeNr=19860

[64] Carta de Gustave Ador para el Marqués de Vogüe, 5 de septiembre de 1916, ACICR A CS 2.

[65] Declaración del C. I. en ocasión de las medidas de represalias contra los prisioneros, ACICR A CS 2.

[66] Ibíd.

[67] John Horne, “Atrocités et crimes de guerre”, en Jay Winter (dir.), La Première Guerre mondiale, vol. 1, p. 608.

[68] Annie Deperchin, “Droit de la guerre”, en Jay Winter (dir.), La Première Guerre mondiale, vol. 1, p. 676.

[69] Heather Jones, “The German Spring Reprisals of 1917”, p. 353.

[70] Convenio de Ginebra I (1949), art. 46 (ibíd., párr. 448); Convenio de Ginebra II (1949), art. 47 (ibíd., párr. 449); Convenio de Ginebra III (1949), art. 13, inc. 3 (ibíd., párr. 360); Convenio de Ginebra IV (1949), art. 33, inc. 3 (ibíd., párr. 590), DIH consuetudinario, norma 146.

[71] DIH consuetudinario, norma 145. https://ihl-databases.icrc.org/es/customary-ihl/v1/rule145

[72] Además, se trata del principio de la base de datos DIH en acción, cuyo objetivo es “favorecer la identificación, la recopilación y la promoción de todas las situaciones en las que el DIH es respetado”, https://ihl-in-action.icrc.org/es

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